
¿Cómo podemos proteger la infancia de nuestros hijos?
Hola de nuevo otro lunes más. Hoy quiero contarte que el día 20 de Noviembre es el Día Mundial de la Infancia, y desde aquí quiero aportar mi granito de arena. Concienciar y sensibilizar acerca de la importancia de esta etapa en nuestro futuro desarrollo como adultos pienso que es crucial. De modo, que hoy quiero hablarte sobre la necesidad de proteger la infancia de nuestros hijos.
En el mundo podemos encontrar situaciones desoladoras entorno a la infancia, niños soldado, niñas que son vendidas al mejor postor, niños y niñas que trabajan horas en condiciones infrahumanas. Sin duda es necesario intervenir en ello.
Pero en el artículo de hoy quiero centrarme en esta sociedad del «primer mundo», consumista y sin sentido en la que nos vemos envueltos.
¿Te has parado a pensar cuánto dura la infancia?. Suponiendo que un adulto en Europa vive una media de 83 años, y considerando la infancia cómo la etapa que va desde los 0 a los 7 años de edad, ésta supone apenas un 8,4% del total de nuestra vida.
Sabiendo que en esta etapa el niño llevará a cabo los aprendizajes más importantes de su vida, ¿no crees que merece un especial cuidado?.
Si observas con atención a tu alrededor, podrás ver a un bebé en el cine o a un niño presenciando una discusión entre adultos. Así a simple vista, pueden parecer situaciones cotidianas sin mayores implicaciones, pero esto no es cierto.
Crecer en un mundo de adultos
En los últimos 100 años la sociedad ha cambiado por completo, aún más en lo que refiere al cuidado de nuestros hijos.
Hemos pasado de un estilo de crianza autoritario en el que el mundo giraba en torno al adulto y sus necesidades y el niño quedaba al margen. A un estilo permisivo en el que el mundo del adulto gira en torno al niño y a lo que él considera que son las necesidades de éste.
Si bien la crianza autoritaria tenía y tiene numerosas carencias, tenía algo bueno, y es que los mundos del adulto y del niño estaban totalmente separados. En pocas ocasiones se permitía a un niño presenciar una discusión o una conversación controvertida.
Por el contrario, actualmente el mundo del adulto y el mundo del niño se han fusionado en uno solo. La intelectualización temprana en modo de atractivos talleres sensoriales, modernas academias de idiomas y largas explicaciones y sermones abundan por doquier. La necesidad de experimentar y «hacer cosas nuevas» nos ha llevado a tener presentes a los niños en lugares dónde nunca habríamos imaginado.
Y es que, en ocasiones olvidamos que el niño no es un adulto en miniatura.
Ofrecer a nuestros hijos más de lo que necesitan o pueden asimilar ocasiona problemas. En la infancia cada nuevo paso se basa en el anterior. Por eso no debemos tener prisa por mostrar a nuestros hijos todo cuánto hay a su alrededor. Dejemos que lo descubran poco a poco cuando estén preparados para ello.
Presta atención a los pequeños detalles
El niño entre los 0 y los 3 años es un órgano sensorio. Esto signifa que todo su cuerpo es un gran órgano receptor de estímulos sin filtro alguno. Todo aquello que se encuentra en el entorno del bebé, ya sean ruidos o cantos, palabras bellas o malsonantes, armonía o descontrol, pasa a formar parte de él.
Por eso el mundo del adulto, no siempre es el más adecuado para nuestros hijos. Pues suele ser más acelerado y caótico de lo que su cuerpo puede asimilar. Es por ello que debemos poner tanto esmero y cuidado en presencia de los niños. Debemos ofrecer una atención de calidad a nuestros hijos.
En el mundo de la infancia los pequeños detalles son importantes.
Hemos de cuidar que la ropa que usan sea cómoda y cálida, a ser posible de fibras naturales como el algodón o la lana, puesto que su piel estará en contacto con ella las 24 horas del día. Por muy monos que sean los atuendos que vemos en los catálogos de ropa, no siempre son los más adecuados.
Mimar su alimentación ofreciendo alimentos sanos, frutas y verduras de temporada, ecológicos. Cocinadas en casa adecuadamente y con cariño. Crear un ambiente relajado durante las comidas sin distracciones como la TV, la tablet o los juguetes sobre la mesa. La alimentación ha de ser un acto de consciencia.
Y por supuesto, hemos de ser extremadamente cuidadosos con el mundo que rodea al bebé. Debemos poder mostrarle un mundo lleno de belleza y coherencia, seguro y previsible. Los días han de transcurrir de un modo rutinario, para que pueda aprender a diferenciar los días laborables de los fines de semana o los días festivos.
Es bueno salir a pasear y a jugar al parque, pero también lo es pasar tiempo en casa. Es divertido tener juguetes, pero es importante que sean adecuados,que no haya demasiados y estén bien ordenados.
Proteger la infancia de nuestros hijos requiere humanidad
¿De qué otro modo si no podría un niño aprender a ser humano?. Es bien sabido por todos, que se han encontrado casos en los que niños criados entre lobos en el bosque se han adaptado a la perfección a su modo de vida, pero no han apredido a caminar erguidos, a usar con destreza sus manos o a hablar.
Esto ocurre porque el niño aprende por imitación durante los primeros siete años de su vida. No importa si le decimos y le sermoneamos una y otra vez con lo que está bien o mal, si nosotros no somos coherentes con ese comportamiento. Tampoco importa cuántas veces le instemos a hacer una tarea si nosotros no la iniciamos con él. Porque el niño es acción en estado puro, vive en el momento presente. No es pasado ni futuro.
Cómo os decía al principio, el mundo del adulto no es siempre el más adecuado para el pleno desarrollo de un bebé. Nuestro mundo suele ser acelerado, no muy previsible y más bien desnaturalizado. Suele estar repleto de tareas pendientes, de preocupaciones que nos hacen vivir en el ayer o nos transportan al mañana. Nuestro cuerpo está presente, pero nuestra mente, casi nunca aterriza, pues está demasiado ocupada en las «cosas de los adultos».
Pero por suerte la llegada de un bebé nos suele invitar a revisar nuestro modo de vida. Nos empuja a ser más previsibles, más auténticos y mejores personas.
En definitiva, nos ayuda a ser más humanos.

