Educar sin castigos (Parte I)
Llevo un mes preparando este post y hoy al fin, puedo mostraros la primera parte, espero que os pueda resultar de utilidad.
afirmación que lanzo desde aquí hoy en favor de todos los niños y en beneficio
de todas las familias. Se puede educar sin castigos. Esto no significa, ni mucho menos, que mi hijo pueda
hacer y deshacer a su antojo. Es necesario un gran autoconocimiento, mucha autoeducación, horas de entrenamiento frente al espejo, creatividad y algunas pautas,
(nadie dijo que tener hijos fuese fácil,
desde luego yo, NO) pero se puede conseguir. ¿Y cómo? Aprendiendo de la
naturaleza. ¿Y cómo nos enseña la naturaleza? A través de consecuencias
naturales, esto es: Yo, persona adulta y responsable decido salir a pasear,
miro el cielo y veo unas grandes y grises
nubes, el periódico augura lluvias para toda la tarde, pero a pesar de ello,
decido salir a pasear sin paraguas ni chubasquero. En mitad del paseo comienza
a llover. Consecuencia: llego a casa empapada.
Pues de este mismo modo aprenden
también los niños. En la medida de lo posible y siempre que no suponga un
peligro para ellos, debemos dejar que los niños experimenten las consecuencias
naturales de sus actos. En nuestro caso, Aarón es un niño que necesita
experimentarlo todo. A él le encanta ayudar en la cocina, y un día cuando tenía
unos tres años me dijo “mamá quiero de eso”, “eso es ajo y pica” le dije yo,
“pero es que yo lo quiero”, entonces Aarón se comió un pedazo de ajo, y picaba.
Y desde entonces él sabe que el ajo crudo pica. También sabe que las velas
queman porque ha sentido muy de cerca su calor. Hay niños que con solo acercar
un poquito la mano, ya la retiran. Pero Aarón no, Aarón necesita casi quemarse
y así aprender que la llama de una vela quema.
encontramos con nuestros hijos en situaciones que no tienen una consecuencia
natural establecida, sino que nosotros debemos establecerla y para ello debemos,
en primer lugar CONECTAR con nuestro hijo, preguntar qué está ocurriendo o por
qué se está comportando de este modo, entonces debemos hacerle saber que su
comportamiento nos disgusta y le ofrecemos una alternativa, si esto no funciona
y el comportamiento persiste ahora sí, debemos establecer una consecuencia.
Para ello debemos respetar las tres R:
la consecuencia ha de estar Relacionada
con la acción, ha de ser Respetuosa
con el niño y ha de ser Razonable a
su edad y a su capacidad, de lo contrario, estaremos imponiendo un castigo.
Ejemplo: Aarón tenía casi tres años, cuando un día un poco antes de la cena su
papá y yo estábamos en la cocina y el silencio reinaba, entonces me asomé al
salón y le encontré pintando en la pared del salón con una cera azul, en ese
momento la rabia se apoderó de mí, quería gritar y desahogarme, pero volví a la
cocina y me calmé lo mejor que pude, pensé en una consecuencia relacionada,
respetuosa y razonable y volví al salón. “Aarón no se pinta en la pared, para
eso están las hojas de papel, ahora debemos limpiarlo antes de cenar”. De modo
que, borrador mágico en mano, nos dispusimos a limpiar aquella estupenda “obra
de arte” en familia, y entonces… Aarón empezó a divertirse limpiando la
pared!!! Y es que tenemos grabado a fuego en nuestra piel que para que un niño
aprenda tiene que sufrir, y esto no es así, el niño puede aprender igualmente con
esa consecuencia, y si en el futuro se repite esta misma acción, entonces
deberemos probar con otra consecuencia diferente. Quiero hacer hincapié en que
las consecuencias han de estar relacionadas
con la acción, pues de lo contrario es muy difícil que el niño pueda establecer
una relación entre lo que ha hecho y lo que ha ocurrido. Es decir, si ha roto
algo, dar la oportunidad de repararlo, si ha ensuciado, dar la oportunidad de
limpiarlo, si se calló porque estaba jugando en un lugar inestable o estaba
despistado, la consecuencia ya se impuso de manera natural, solo debo
consolarlo si así lo necesita. Volviendo al anterior ejemplo, os imagináis si
salgo a pasear sin paraguas, llueve y cuando llego a casa como consecuencia el
teléfono no funciona. No tiene ningún sentido ¿verdad?, pues esto es lo que
ocurre cuando establecemos un castigo. Además al no tener ninguna relación con
el hecho el niño lo vivirá como algo injusto.
ha de ser Respetuosa me refiero a
que no debe ridiculizar al niño, insultarle o dejarle en evidencia. De nuevo un
ejemplo. Hace no muchos días teníamos en Madrid una cita y Aarón se estaba
entreteniendo muchísimo y no quería vestirse, de modo que le avisé, “Aarón si a
la hora de irnos no estás vestido, tendrás que irte en pijama porque no podemos
llegar tarde”. Llegó la hora de irnos y Aarón seguía sin cambiarse de ropa, de
modo que se fue en pijama, pero antes preparamos su ropa en una bolsa y al
llegar al destino se vistió en el coche. Mi intención no era avergonzarle en
aquella importante cita, la consecuencia ya estaba establecida, y había sido
vivenciada, sino ayudarle a establecer una relación de causa efecto de la cual
poder aprender.
ser desmedidas, debemos ajustarlas a la edad del niño y a su capacidad, y en la
medida de lo posible deben poder arreglar el desaguisado, deben mostrar al niño
que es humano equivocarse y que puede haber una solución. Por ejemplo en el
caso en que Aarón pintó la pared del salón, no habría sido coherente que Aarón,
con apenas tres años, hubiese limpiado toda la pared del salón sin nuestra
ayuda, pero además tuvo la oportunidad de enmendar aquel estropicio, aunque
seguramente para él era una gran obra de arte (jijiji).