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El segundo Septenio de los 7 a los 14 años

Dentro de unos días, Aarón cumplirá siete años cerrando así su primera etapa de vida y entrando en el segundo septenio. Todo un reto para él y para nosotros, toda una nueva etapa llena de experiencias y vivencias.
Atrás quedrá el primer septenio, que llevaba por bandera el lema «el mundo es bueno», para adentrarnos en este segundo septenio,en que el lema será, «el mundo es bello» . Y esa será nuetsra principal tarea como padres y educadores, mostrar la belleza de la vida y el mjundo a este hombre en ciernes.

 

Desde la antroposofía, se considera que, con la pérdida de los dientes de leche y la llegada de la nueva dentición, el niño se adentra en un nuevo septenio que cronológicamente va desde los 7 a los 14 años de edad. Podemos subdividirlo en tres grandes etapas, la primera de ellas, va de los 7 a los 9 años, la segunde de los 9 a los 12 y la tercera y última de los 12 a los 14 años de edad apróximadamente.
Será éste, un septenio clave para la adquisición de un buen ritmo físico, mental y emocional. También para establecer la base de sus futuros valores e ideales. Las costumbres y hábitos familiares, las tradiciones y celebraciones, también juegan un papel clave.
En esta primera etapa que comprende de los 7 a los 9 años, podemos apreciar en el niño algunos cambios físicos fácilmente observables, sus piernas se alargan y su silueta se define y afina cada vez más. A nivel intelectual, el niño está ya preparado para el conocimiento académico, y de hecho, es posible observar su deseo creciente por conocer más acerca de su entorno y experimentar a través de diferentes materias y actividades. Suele coincidir con el inicio de etapa primaria escolar, en la que se comienzan a trabajar más seriamente la escritura y el lenguaje, los primeros conceptos matemáticos, las ciencias sociales y naturales y el estudio de un segundo idioma.
El niño, en ésta época se siente muy conectado a la naturaleza y sus ritmos, el día y la noche, el paso de las estaciones. Es por ello, que es un momento crucial para establecer tanto en la escuela cómo en  el hogar, unos ritmos constantes y predecibles que sentarán una buena base para adquirir las rutinas de la vida diaria. Llevar a cabo una alimentación sana, realizar las tareas del colegio siempre en el mismo momento y lugar, colaborar en casa, establecer un tiempo para el juego o para salir al exterior (es importante que los niños sigan teniendo tiempo para jugar en este periodo), acostarse temprano para dormir lo suficiente… son ejemplos de algunos de los hábitos que inculcaremos, tal vez sin ser conscientes de ello.
Pero también es un gran momento para transmitir esas tradiciones y celebraciones que llevamos a cabo con el paso de las estaciones y que serán mantenidas en el tiempo año tras año (la llegada de la primavera y la Pascua o Semana Santa, el solsticio de verano o San Juan, la llegada del otoño y la fiesta del Farol, el Adviento, el solsticio de invierno o la Navidad…). Éstas tradiciones y su vivencia generarán en el niño la base de sus valores y tambien de su espiritualidad (entendida como la búsqueda de uno mismo en su interior).
Al igual que los ritmos y las rutinas, será en esta etapa cuando el niño adquiera la base de sus valores e ideales. Pues en este momento, el niño busca en el adulto una figura ideal, coherente y veraz. Los padres y educadores nos convertimos en este periodo en «semidioses» portadores de la verdad absoluta. Es por ello que debemos ser muy cautos en nuestra actitud y muy coherentes en nuestro actuar. Si en casa, nos dedicamos a criticar a los vecinos, a la sociedad, a quejarnos incansablemente, ésta será la más absoluta verdad para nuestro hijo.
La adquisición y participación de estas conversaciones, pensamientos, costumbres, hábitos y ritmos, desembocará en un sentido de pertenencia familiar y social más o menos adecuado, en función de cómo se haya guiado al niño, de la coherencia de los adultos que le acompañan y del ambiente en que se ha desenvuelto. En definitiva, conformará poco a poco su identidad.
Llegados los 9 años, el niño alcanzará su primera gran crisis del Yo. Es lo que en antroposofía se llama el paso del Rubicón. Es un momento delicado y difícil en el cual el niño descubre que el mundo es más duro y difícil de lo que él pensaba hasta ahora. Suelen sentirse diferentes, menospreciados, rechazados por sus amigos o por su profesor, sienten que todo está en su contra. Ante ésta situción debemos ser comprensivos, y darle la importancia justa (sin exagerar los hechos y sin menospreciar sus sentimientos), pues es algo pasajero.
A nivel somático, son comunes las cefaléas y las alteraciones estomacales. Es muy importante que el adulto sepa reconocer la llegada del Rubicón, pues el niño necesita en este momento de una autoridad amorosa y comprensiva que le preste su apoyo y le llene de valor y valentía para cruzar este hito sanamente.
Sobrepasado sanamente el Rubicón, el niño se constituye en un ser particular y aprende a distinguirse del mundo (Yo frente al Mundo), pero no está preparado para ello. Empezará a distanciarse de los demás, dejará de imitar el comportamiento de otros, en especial del adulto, que deberá ganarse este privilegio siendo una autoridad amorosa, comprensiva, veraz y coherente, basada en la certeza, predecible. El adulto debes ser capaz de mostrar al niño una idea clara de la vida para que en el futuro, el niño pueda hacer un uso adecuado de su libertad. En esta etapa el niño aún está aprendiendo a orientarse emocionalmente e irá desarrollando el principio de obediencia desde este momento y hasta la pubertad. Pero será una obediencia elegida por él,en base a su criterior de coherencia y veracidad y nunca aceptará una autoridad impuesta desde el exterior (aquel, porque lo digo yo, que en no pocas ocasiones habremos escuchado).
A partir de los 12 años, de nuevo podremos observar algunos cambios físicos en el niño como el desarrollo de la zona torácica, su pecho, tórax y corazón. Es en este momento, cuando los ritmos, hábitos y costumbres que venimos trabajando desde el inicio de la etapa, se harán presentes con más fuerza. En cuanto al área intelectual, es el momento idóneo para trabajar la memoria de una forma metódica y rítmica, no estricta y arbitraria. Pues esto daría lugar en el futuro a adultos de pensamiento rígido e inflexible.
Es en este último periodo del septenio, que tiene lugar con más énfasis el desarrollo de los sentidos medios o sentidos sociales, que en antroposofía son el calor (entendido como el sentimiento de pertenencia, seguridad, confianza y protección), la vista, el gusto y el olfato.
En cuanto a la educación académica, en este septenio estará muy presente el estudio de los reinos vegetal y animal, dada la estrecha conexión con la naturaleza que el niño siente de forma innata en esta etapa y la gran belleza que presentan. Los cuentos de hadas seguirán presentes, pero también las leyendas y las fábulas y el estudio de algunos personajes históricos. No debemos olvidar que la enseñanza ha de poseer un sentido artístico y bello, que los cuadernos estén repletos de bonitas y coloridas imágenes.
El objetivo clave de este septenio es que el niño sea capaz de establecer un Yo coherente en el que se reconozca, para que en la adolescencia, una vez conquistado su Yo pueda  ser capaz de ponerse en el lugar del otro y desarrolle una buena empatía.
Pues aquí me embarco sin más remedio. Deseosa de empezar el viaje y expectante ante las tormentas que sobrevendrán.
Y tu ¿cómo estas viviendo esta etapa con tus hijos?.
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