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La importancia de un ritmo sano

 

 

Al fin ha llegado el tan ansiado
cambio al horario de verano, ese en que parece que los días tienen más horas y
en el que la luz del sol nos llena de alegría y vitalidad. Y con su llegada hay
una frase que estoy escuchando bastante a menudo en padres y madres, y viene a
decir algo así como…”pues a ver como acuesto yo al peque con tanta luz”,
“ufffff, ya verás ahora para acostarle…”. Y es cierto que la luz del sol nos
invita a pasar más tiempo afuera, a relajarnos en los horarios y a retrasar las
rutinas, pero las familias que tenemos pequeñines en edad escolar no podemos
permitirnos este lujo, pues nuestros pequeños siguen madrugando y siguen
necesitando sus horas de sueño, ya sean ocho, diez o doce.
A nosotros, nos ha ayudado
bastante durante todo este tiempo mantener unas rutinas fijas. Y para
organizarlas seguimos el enfoque que la Pedagogía
Waldorf
nos ofrece acerca de los ritmos.
Desde la Pedagogía Waldorf  se considera que todo en la naturaleza sigue
un ritmo, tiene una respiración (el día y la noche, las mareas, las estaciones…)
y de acuerdo con ello, necesitamos desenvolvernos dentro de una estructura
rítmica que nos aporte una tranquilidad en la cual los niños puedan fluir y
predecir lo que viene a continuación.
Por ello, debe haber un ritmo
diario, semanal, mensual y anual, pero hoy quiero centrarme en los dos
primeros.
El ritmo diario  vendrá dado por
las rutinas y transiciones dónde hemos de equilibrar  los momentos de recogimiento y expansión, al
igual que en nuestra respiración inspiramos y espiramos rítmicamente.  Esto se traduce en que, a un niño menor de
siete años le costará muchísimo pasar largos periodos de tiempo sentado y
concentrado en una misma tarea, al igual que le costará volver a la calma si
los periodos de juego y expansión son excesivamente largos.  Pero, ¿cuáles son los periodos de expansión? Pues son todos aquellos periodos de tiempo
en que el niño puede actuar libremente y sacar hacia afuera lo que lleva dentro,
y al igual que  la espiración de nuestra
respiración, han de tener una duración mayor que los periodos de recogimiento.
En su mayor parte estarán ocupados por el juego, a ser posible juego libre, no
dirigido, con la mínima intervención del adulto pero en su compañía. También el
juego en el exterior, los paseos, montar en bicicleta, jugar al balón, correr,
saltar, trepar… todas esas actividades que les ayudan a gastar su energía. ¿Y
los momentos de recogimiento? Pues
son todos aquellos momentos que requieren de la concentración del niño o que
generalmente están sometidos a una serie de normas, suelen ser momentos que
requieren menos movimiento y más calma, por ejemplo el momento de la comida o
la cena, ayudar en alguna tarea doméstica, hacer manualidades y por supuesto
dormir.  A excepción de éste último, los
momentos de recogimiento, al igual que la inspiración de nuestra respiración
serán periodos más cortos pero intensos para ellos.

 

De modo que, a la hora de
organizar las rutinas diarias de un modo equilibrado, hemos de tener presente
esta consideración e intentar respetarla. Así sería estupendo que tras las
rutinas matutinas antes de ir al colegio, hubiese un poquito de tiempo para
jugar, o poder ir caminando a la escuela. Volver de la escuela caminando y
jugando si es que el pequeño no está demasiado cansado para ello. Tras la
comida y el cepillado de dientes, quizá sea conveniente una pequeña siesta, o
tal vez algunos niños necesiten jugar, pues depende de la vivencia que de la
escuela tenga cada uno (si para él es un tiempo de recogimiento, de expansión,
o si permite ambas expresiones, que sería lo ideal), tras la merienda puede
continuar el juego para después recoger y ayudar en alguna tarea doméstica
antes del momento del baño, de la cena y de prepararse para dormir.
Por supuesto las rutinas van a
ser muy diferentes en función de la edad de los pequeños y del ritmo de cada
familia. Van a variar en orden y horario, unas familias necesitarán más rutinas
y otras menos, pero sin lugar a dudas, ayudan enormemente. Cuando mantenemos
unas rutinas estables los niños son capaces de predecir y anticiparse a lo que
va a ocurrir, pueden fluir en el ambiente y ello les da seguridad. Así con este
cambio de horario, para nosotros no supone una dificultad ir a la cama a la
hora de siempre. Pues tan importante como seguir un horario respetuoso con el
niño, es mantener una rutina diaria lo más similar posible. Y para muestra un
botón, os voy a contar cual es nuestra rutina los días de cole.
MiPequeño se levanta alrededor de
las 7:30 de la mañana, saludamos a la mañana con un pequeño verso y bajamos a
desayunar. A continuación, nos lavamos los dientes y la cara juntos, en el
mismo baño, para que nosotros los adultos podamos servir de ejemplo. Entonces
nos vestimos, y mientras yo hago las camas o pongo una lavadora, MiPequeño
aprovecha este ratito para jugar. Si el tiempo nos acompaña, bajamos andando al
cole, (tenemos un paseo de 30 minutillos), de lo contrario, bajamos en coche,
lo que nos lleva poco menos de 10 minutos. A la vuelta del cole siempre subimos
en coche, pues el camino es cuesta arriba y el cansancio después de la jornada
escolar se hace notar. Al llegar a casa nos quitamos el calzado de calle, y
colgamos la ropa de abrigo, nos lavamos las manos, y mientras yo acabo de
preparar la comida MiPequeño saluda a los gatos y juega unos breves instantes.
Tras la comida, de nuevo hay otro ratito de juego mientras yo limpio y recojo
en la cocina. Después hacemos alguna tarea juntos hasta que llega papá.
Entonces merendamos todos juntos y si el tiempo lo permite salimos afuera a
jugar. A las 18:30 aproximadamente estamos de regreso para empezar con las
rutinas nocturnas, hay que preparar la ropa para el día siguiente, y darse un
agradable baño rodeado de espuma y juguetes. A continuación cenamos, nos
lavamos los dientes, contamos un cuento y MiPequeño cae rendido a su sueño.
Podría contaros cada una de estas
rutinas mucho más detalladas, pero no quiero aburriros, tan solo mostraros un
ejemplo.
En cuanto al ritmo semanal, lo conformaremos
con actividades ligadas a cada día de la semana, de éste modo el niño puede
orientarse en el tiempo con mayor facilidad. En nuestro caso los lunes peinamos
y aseamos a los gatos, los martes hacemos manualidades, los miércoles regamos las plantas, los jueves hacemos pan, masa de pizza, bizcocho o galletas, y
los viernes los dejamos libres como antesala al fin de semana, en el que las
rutinas son muchas menos y más básicas.
Sé que a priori puede parecer muy
engorroso o estresante, pero una vez que te acostumbras fluyes en tu rutina sin
pensar, y además como dije antes, las rutinas pueden ser tantas o tan pocas
como necesitéis y tan flexibles como consideres. También puedes ayudarte
poniendo un pequeño horario en algún lugar visible de la casa, como la nevera.
¿Os animáis a probar?
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